domingo, 18 de mayo de 2014

UN VERDADERO ESPECTÁCULO




El pequeño auditorio era completamente blanco, con una plataforma frente una muchedumbre de hileras de sillas rojas. Yo me sentaba en una de ellas, esperando. Después de más de tres meses en Granada, iba a ver mi primer espectáculo de flamenco.

            Claro, aquella noche en La Casa del Arte Flamenco no era mi primera experiencia con ese género musical. Recuerdo una tarde soleada en que me encontré frente a un grupo de flamenco que estaba actuando en la calle y otro día cuando mis amigas y yo vimos a tres hombres—un cantaor, un bailaor y un guitarrista—actuar desde los escalones del catedral. Además, yo había estudiado flamenco en clase y aprendido sobre su influencia en la cultura y literatura española.
           
            Sin embargo allí, sentado en mi silla, tenía mi primer contacto con el flamenco real—no el de los libros ni el de los turistas. El espectáculo empezó cuando dos hombres vestidos de negro entraron en la plataforma, uno el cantaor y el otro el guitarrista. Empezaron con su primera canción y desde ese mismo momento me quedé fascinado. El guitarrista rasgueó su guitarra y de pronto sus manos se convirtieron en un animal corriendo y estirándose sobre las cuerdas. Luego el cantaor empezó a cantar. Su voz timbraba contra el techo y llenaba el salón. Transmitía tristeza, como si estuviera de luto, pero tenía un poder increíble, como el sonido del viento durante una tormenta. Los dos seguían en una armonía perfecta, pero creaban un ritmo irregular y orgánico. Transcendía completamente las reglas del compás sin llegar a resolverse en caos jamás. La música crecía, explotaba y se desvanecía en olas que se meneaban sobre mí y los otros espectadores.

            Tras la primera canción, una mujer alta apareció en la plataforma, vestida completamente de rojo. Su pelo negro caía sobre sus hombros y miraba a la audiencia con ojos oscuros y profundos. Era la bailaora. La música empezó otra vez y ella comenzó a bailar, sacando energía desde el suelo que fluía en sus pies hasta su cabeza, todo su cuerpo vibrando como una serpiente de cascabel. Su cara se retorcía en sonrisas extrañas y sus ojos se abrían mientras volaba sobre la plataforma. De pronto no era humana, sino un ser terriblemente hermoso y yo pensé en aquel momento que estaba observando algo profundamente personal y auténtico. Su baile no era simplemente para entretener a los turistas. Era una demostración de emociones y experiencias verdaderas.

            Luego, le llegó el turno al bailaor. Era un hombre alto y fuerte, con largo pelo negro que brillaba bajo las luces de la plataforma. Su baile era un animal completamente diferente. Empezó lentamente, como si se estuviera acostumbrando a la música. Movía con pausas llenas de tensión eléctrica, pero de repente sus pies golpeaban el suelo como un tambor y sus pisadas se convertían en truenos que resonaban contra las paredes. Bailaba con la fuerza de una tormenta y, como la bailaora, parecía que su cuerpo entero se llenaba de una energía arrancada de la tierra.
           

            Había estudiado flamenco antes, pero aquella noche yo aprendí lo que es realmente. Nunca en mi vida he visto una expresión de vida y emoción tan palpable o vívida. Por un rato, podía ver, oír y sentir en mis huesos la experiencia viva de otros seres humanos.
By  Michael Charboneau

SIEMPRE HAY UNA SOLUCIÓN, SIEMPRE HAY UN CAMINO


Todos los estudiantes de nuestro programa conocen este refrán: “siempre hay solución, siempre hay un camino!”.  El profesor Lamas nos lo ha repetido casi cada día.  Encontrar mi camino no ha sido para nada fácil.  Decidí estudiar en Granada porque me sentía muy atrapada en el campus de Fordham.  Tenía problemas con algunas amistades; y , a pesar de ser mi tercer año, todavía estaba luchando con encontrar mi “nido”.  Además, dos semanas antes de llegar a España, se murió mi abuela: mi héroe, mi segunda madre, mi mejora amiga.  En realidad, me sentía atrapada y perdida.  No tenía un camino.  No sabía la solución y la verdad es que, al principio, me frustraban muchísimo estas palabras.  En cuanto empecé a reflexionar sobre mi experiencia aquí en Granada, me dí cuenta de que he aprendido un montón sobre la cultura, la lengua, la gente.  Se supone que ese era el objetivo; sin embargo, lo más importante de todo lo que más he aprendido es que aquí en Granada, sí, he encontrado un camino- y debo este descubrimiento a este grupo de Fordham en Granada 2014.  Todos mis conocimientos de este país y esta ciudad en particular son invaluables…pero las amistades que he hecho aquí son el regalo de este semestre tan preciado para mi.  Cuanto más aprendía sobre ellos, más me enseñaban sobre mi misma.  Nunca había encontrado un grupo que me hiciera sentirme en casa tan pronto hasta que conocí a este grupo de estudiantes increíbles.  Por eso, mi regreso a Fordham ya no es tan abrumador;  me siento libre, ilusionada y renovada.  Encontré unos amigos sinceros aquí; y, por eso, encontré un camino.  Después de todo, sí, siempre hay solución, siempre hay un camino.  Gracias por todo, Fordham en Granada.  
By Lianna Drobatz

jueves, 15 de mayo de 2014

PRACTICANDO EN ESPAÑA

En estos meses que he vivido en Granada, he participado en unas prácticas laborales en centros educativos. Cada uno de los participantes tenía una función; en mi caso era enseñar inglés a estudiantes hispanohablantes de primer y segundo de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria  que tiene como objetivo preparar al alumnado de entre 12 y 16 años para sus próximos estudios y/o el mundo laboral). Durante mi tiempo en el colegio Sagrado Corazón, aprendí muchas cosas sobre el oficio de ser profesora y también tuve algunos momentos de choque cultural. Algo de lo que me di cuenta rápidamente es que el humor inglés y el español son muy diferentes. Durante mis primeros días, recuerdo que hice un chiste a la clase, pero a nadie le hizo gracia excepto a mí misma. Al principio pensé que ellos no me entendían e intenté explicarlo, hasta que me percaté de que simplemente no lo encontraban gracioso. En ese momento me di cuenta de que debía estar atenta a los chistes que se hacían entre ellos mismos para poder incorporarlos en mis lecciones. Cuando lo conseguí, noté el cambio inmediatamente. Poco a poco iban mejorando mis chistes y al final tenía a toda la clase riéndose.

He aprendido que para ser una buena  profesora se requiere tener mucha creatividad. Algunas semanas me sentí un poco frustrada porque no sabía qué y cómo enseñar y las ideas huían de mi cabeza. Comprendí la importancia de mantener un seguimiento más estrecho de los estudiantes y conocer su vida cotidiana, sus intereses y hobbies. Tuve que hacer un poco de investigación para poder relacionarme con ellos: como elegir entre los equipos de futbol Madrid y Barcelona o informarme sobre la novela ‘A la que se avecina’ o escuchar alguna canción de Malú. Para ellos era importante que yo supiera estas cosas y cuando me familiaricé con los temas que a ellos les interesan, conseguí que pusieran más atención en las lecciones y participaran más. Así que ser profesora no es una vía, sino una calle de doble vía. Como actual estudiante, sé perfectamente que lo más aburrido es tener un profesor aburrido. Por eso, siempre hice un gran esfuerzo para que mis clases no fueran aburridas y resultaran lo más interesantes posibles. La forma de situarme, mi tono de voz y una actitud positiva forman una gran parte de las prácticas. Siempre tenía una sonrisa y hablaba como si lo que dijera fuera lo más importante del mundo. Frecuentemente les preguntaba sobre que cosas les interesaban y apuntaba las sugerencias de temas para las lecciones posteriores. Por lo tanto, la mayoría de mis estudiantes fueron receptivos a mis lecciones y fue un verdadero placer enseñarles. Ha sido una experiencia inolvidable. 
Cynthia Pereira

RELACIONES SOCIALES EN GRANADA

Durante mi tiempo aquí en Granada he aprendido que existen muchas diferencias en las normas sociales y culturales entre España y los Estados Unidos. Por ejemplo, en España es mucho más común seguir viviendo con tus padres después de los 18 años y durante mucho tiempo. Mi familia española son tres mujeres fantásticas. Encarnación y Yolanda son hermanas y todavía  viven con su madre María. Por eso, pueden  cuidar de ella y ayudarla en todo lo que necesite. En España vivo en un matriarcado y me encanta el amor entre estas tres mujeres.
   También he visto que los españoles muestran su afecto de una manera física en mucho mayor grado que las personas de los Estados Unidos. Se dan muchos besos y abrazos, todo el tiempo. Además pienso que los españoles se interesan más por las vidas de las personas que tienen alrededor que la gente de Nueva York. Siempre preguntan sobre tu universidad, tu trabajo y tu familia y amigos incluso si no te conocen. Me gusta porque hace que me sienta acogida y, de alguna manera, es parte de la calidez y la vida del país.
¡Tengo suerte de haber experimentado estas características maravillosas de los españoles!

Maya Deykerhoff

DESCUBRIMIENTO DE LA ESPONTANEIDAD

Llegué a Granada sin saber qué iba a encontrarme. De hecho, llegué sin ningún conocimiento de lo que Granada podría ofrecerme. De niña me encantaba que mis padres me llevaran a caminar por las montañas ya que a ellos les apasionaba viajar y explorar los rincones de naturaleza. Rodeada por la caótica ciudad de Nueva York durante tantos años, Me había olvidado casi de lo que verdaderamente me hace feliz. No era consciente de mis carencias y nunca habría tenido la oportunidad de descubrirlas si no hubiera venido a Granada. A lo largo de los últimos meses en esta ciudad, que dicen es mágica, he descubierto el placer de una vida espontánea. En los miradores encantados de Albaicín, los rincones del Sacromonte, las cafeterías escondidas y la gente conocida, yo he aprendido el valor de gozar de la vida que vivimos.
            Mientras estaba leyendo en la terraza de mi piso, me llamó mi amiga. Estaba a punto de quedar con algunos amigos y me preguntó si me apetecía unirme a ellos. Ya que no había mucho más que hacer excepto echar una siesta, me fui. Nos dirigimos a Plaza Nueva donde encontramos a nuestros amigos. Justo cuando subíamos hacia el Albaicín, nos tropezamos con mi compañera de piso y le invitamos a venir con nosotros. Al final éramos dos estadounidenses, dos italianos y una francesa. Hablábamos español mientras paseábamos por el Albaicín hacia el Sacromonte donde ellos saludaron a algunos gitanos conocidos. Nos quedamos en un mirador escondido junto a una casa que había convertida en tienda y que por casualidad pertenecía a un familiar de la familia española con quien vivía. Pedimos refrescos y nos sentamos sobre la muralla esperando la puesta de sol. Así me gustaría pasar todos los días.

            Me acordaré siempre de los días pasados en las calles de Granada donde, como mi padre español me había dicho, la vida se vive en las calles- todo el mundo está en las calles. Mis días aquí han sido los más felices de mi vida debido a la simplicidad de vivir con espontaneidad como el día del mirador y muchos otros así. 
By Aleksandra Antolak

miércoles, 7 de mayo de 2014

EL MIRADOR DE SAN NICOLÁS

Donde el tiempo se detiene

Uno de los retos más grandes que he tenido durante mi estancia en Granada es aprender a relajarme, cómo aprovechar el tiempo sin hacer nada en concreto y vivir la vida sin prisas. En los Estados Unidos, muchas veces me sentía culpable si estaba más de media hora sin hacer nada. Sentía que es necesario siempre hacer, siempre correr y nunca simplemente estar. Las primeras semanas en Granada fueron un choque cultural duro: sencillamente no sabía en qué emplear todo el tiempo que tenía. Liberada del ritmo estresante de mi vida cotidiana en los Estados Unidos, era el momento de deleitarse con todo ese tiempo que me estaban regalando y, sin embargo, sentía una presión, una necesidad de buscar algo que hacer. Pero en Granada la vida va a una velocidad diferente y el tiempo no se cuenta, se disfruta.

 Fue durante esos días, en uno de esos largos paseos a los que la ciudad te invita, que me topé con el mirador de San Nicolás por primera vez. Había oído que era un sitio increíble que tenía que visitar. Fui con la mentalidad de una turista, con la idea que tenía que ir para tacharlo de mi lista de atracciones culturales, sitios que “hay que ver” en Granada. Sin embargo, cuando llegué y me asomé al mirador y vi la Alhambra rodeada por la Sierra en todo su esplendor, me quedé sin aliento. Mi corazón se llenó de fascinación  y, por la primera vez en mucho tiempo, me sentí relajada. No estaba haciendo un trabajo importante o estudiando o practicando el español. No, sencillamente estaba delante de la maravilla de la naturaleza, sola pero no aislada en mis pensamientos. Fue un momento muy especial  y aunque todavía no he vencido mi atadura a la velocidad de mi vida en los Estados Unidos, las veces que voy al mirador, siento una calma…, una especie de permiso para simplemente estar, y gozar. 
By Sofía Muñoz

viernes, 2 de mayo de 2014

VIVIR CON UNA FAMILIA ESPAÑOLA

 Una experiencia tan necesaria como increíble
Además de todas mis experiencias increíbles en la ciudad de Granada y aparte del entusiasmo de viajar a otros países de Europa y explorar culturas nuevas, siempre estoy entusiasmada por regresar con mi familia española. Mi compañera de cuarto, Maya, y yo hemos tenido muchísima suerte con nuestra familia española. Siempre estoy muy agradecida por la situación de vida que tengo aquí. Vivo con tres mujeres, la señora María y sus dos hijas mayores, Encarna y Yolanda, y por supuesto, no puedo olvidarme de la perra Tina. Las tres son muy simpáticas, chistosas y serviciales, y puedo notar que realmente quieren dedicar su tiempo en ayudarnos a mejorar nuestro español. Tenemos conversaciones variadas durante los almuerzos, momento en el que nos enseñan vocabulario nuevo y nos corrigen cuando cometemos errores, pero no de manera áspera, sino de forma sutil y útil.
            El almuerzo es probablemente mi parte favorita del día porque es un tiempo especial cuando todos hablamos sobre nuestro día, las clases y otras cosas así. Es gracioso que la conversación siempre parezca acabar con el tema de la comida y los platos que María o Encarna nos han preparado aquel día. Menciono esta digresión habitual porque pienso que demuestra como la familia nos muestra su amor y cariño por la comida que nos prepara. Soy vegana y antes de llegar aquí pensé que tendría problemas manteniendo esta dieta en España. Estaba dispuesta a modificar esta dieta cuando llegué porque no quería ser un problema para la familia. Sin embargo, mi familia inmediatamente modificó su manera de cocinar para adecuarse a mis restricciones dietéticas. Pareció que Encarna veía mis restricciones como un desafío que quería aceptar, y empezaba a cocinar sus “experimentos,” como los llamaba. Todos, y digo todos, estos experimentos suelen ser fantásticos, de su lasaña vegana a su paella sabrosísima, que comemos cada domingo. Además, Yolanda nos hace los bocadillos para nuestros viajes, y ella también quiere experimentar con los ingredientes para hacer que Maya y yo probemos bocadillos diferentes y creativos que nos gustarán. Por ejemplo, ella se había dado cuenta de que me encantan las alcachofas, pues me hizo un bocadillo típico “español” con esta verdura, pero sustituyó el aceite y ajo por la mayonesa, para hacerlo vegano.
            Toda la comida de mi familia es deliciosa, pero aún si no fuera, todavía estaría agradecida por su buena disposición de alterar su manera de cocinar, y hasta comer, para hacerme sentir cómoda y feliz en vuestra, o ahora puedo decir nuestra familia. Para mí era importante, pero un poco angustioso quedarme con una familia en un país nuevo y extranjero, pero sigo teniendo experiencias agradables. Maya y yo hemos formado una relación preciosa con nuestra familia; estas relaciones serían la mejor parte de mi experiencia viviendo en el extranjero. 


By   Michaela Winch-Peterson

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