jueves, 15 de mayo de 2014

DESCUBRIMIENTO DE LA ESPONTANEIDAD

Llegué a Granada sin saber qué iba a encontrarme. De hecho, llegué sin ningún conocimiento de lo que Granada podría ofrecerme. De niña me encantaba que mis padres me llevaran a caminar por las montañas ya que a ellos les apasionaba viajar y explorar los rincones de naturaleza. Rodeada por la caótica ciudad de Nueva York durante tantos años, Me había olvidado casi de lo que verdaderamente me hace feliz. No era consciente de mis carencias y nunca habría tenido la oportunidad de descubrirlas si no hubiera venido a Granada. A lo largo de los últimos meses en esta ciudad, que dicen es mágica, he descubierto el placer de una vida espontánea. En los miradores encantados de Albaicín, los rincones del Sacromonte, las cafeterías escondidas y la gente conocida, yo he aprendido el valor de gozar de la vida que vivimos.
            Mientras estaba leyendo en la terraza de mi piso, me llamó mi amiga. Estaba a punto de quedar con algunos amigos y me preguntó si me apetecía unirme a ellos. Ya que no había mucho más que hacer excepto echar una siesta, me fui. Nos dirigimos a Plaza Nueva donde encontramos a nuestros amigos. Justo cuando subíamos hacia el Albaicín, nos tropezamos con mi compañera de piso y le invitamos a venir con nosotros. Al final éramos dos estadounidenses, dos italianos y una francesa. Hablábamos español mientras paseábamos por el Albaicín hacia el Sacromonte donde ellos saludaron a algunos gitanos conocidos. Nos quedamos en un mirador escondido junto a una casa que había convertida en tienda y que por casualidad pertenecía a un familiar de la familia española con quien vivía. Pedimos refrescos y nos sentamos sobre la muralla esperando la puesta de sol. Así me gustaría pasar todos los días.

            Me acordaré siempre de los días pasados en las calles de Granada donde, como mi padre español me había dicho, la vida se vive en las calles- todo el mundo está en las calles. Mis días aquí han sido los más felices de mi vida debido a la simplicidad de vivir con espontaneidad como el día del mirador y muchos otros así. 
By Aleksandra Antolak